La niña jugaba todos los días, al volver del colegio, con el videojuego, una hora. Con el mando manejaba los movimientos de un hombre que, perseguido por unos policías, corría por distintos escenarios. También conducía coches, pilotaba aviones, helicópteros y barcos. Con estos vehículos atropellaba a gente, chocaba contra casas, destrozaba árboles, rompía escaparates. Un día, que la niña se encontraba sola en casa, la hora de juego se convirtió en cuatro horas más, La niña entonces se olvidó de la realidad y se introdujo en el juego. Cuando la madre regresó a casa, buscó a la niña por toda la casa. Escuchaba su voz, llamándola, pero no la encontraba.
No es un juego (Lucía Alcázar Lara)
