¡Oiga usted! que digo yo, qué pretende al arrancarme los latidos, qué exonera al subyugar un placer tan encendido que después tan impasible abandona. ¡Oiga usted! que me pregunto yo, qué reclama sugerente al apropiarse de gemidos que no sustenta, qué clama tan henchido de pasión que abre sendas que le invocan. ¡Oiga usted! que veo yo que danza con el vaivén de los desvaríos y luego no revoca rendiciones. ¡Oiga usted y haga el favor! que para chulería… ¡la mía!
Y digo yo (Ainhoa)
