Al principio la masa popular era favorable a que el Virus P fuese liberado por todos los países: el 9’8% de la población mundial falleció sin dolor por un paro cardiaco. Pocos años después se investigó una variante que atacase a todos aquellos que hubiesen cometido o tuviesen intención de cometer delitos sexuales: miles de violadores anónimos morían por doquier. La obsesión por la perfección moral fue contaminando a los ciudadanos más conservadores, hasta el punto de elaborar una variante del virus que afectase, y por tanto liquidase, a todos aquellos que hubiesen sido o tenían la intención de ser infieles a sus parejas. La población, cada vez más diezmada, aunque más íntegra, fue buscando una perfección moral imposible de conseguir, y más virus fueron expulsados a la atmósfera con la intención de castigar con la pena de muerte a corruptos, asesinos, maltratadores o ladrones.
Hoy sólo quedo yo, aburrido, solo, y sin posibilidad de perpetuar la especie, pero, eso sí, moralmente perfecto.
El virus (Javier Barragán Bravo)
