Yo nací un viernes. Sí, señores, ni un lunes, ni un martes, ni siquiera un jueves, no. Yo nací un viernes. Un viernes de finales de agosto que según dicen llovía a cántaros. Por eso salí llorona. De pequeña siempre me decían: “¡Uy, cuánto llora esta niña! Y ahora, casi llegando a la temida cuarentena, sigo llorando como una tonta por todo.
El caso es que desde ese día los viernes han marcado mi vida. Me gradué un viernes. Mi primer beso, un viernes. Un viernes perdí la virginidad y un viernes también me casé. Mi hijo mayor nació un viernes, como no podía ser de otra manera. El pequeño nació un martes, debe haber salido al padre.
Y dentro de unos días, un viernes cualquiera del mes de agosto, cumpliré cuarenta. Hasta sudores me entran de pensarlo. Viernes tenía que ser. Seguro que algún viernes de estos van y me hacen abuela.
Por eso, porque todos los acontecimientos importantes de mi vida han sucedido un viernes, este viernes les cuento a ustedes esta historia, porque un viernes nací yo.
Pingback: Mi primera vez (2ª parte) – Ana Centellas
Pingback: A todos vosotros: ¡Gracias! – Ana Centellas
Pingback: Estado de ánimo: súper emocionada – Ana Centellas
Perfume de mujer
Me emociono hasta lo indecible, es demasiado fuerte para mí el acto de tocarte, posar suavemente la palma de mi mano y recorrer tus redondeces, morder el lóbulo de tu linda orejita, acariciar tus cabellos y besarte toda, comenzando por los ojos y terminando en la punta de los dedos de tus pies.
Pero te lo suplico, no me pidas más, yo no puedo, yo no sirvo, te tengo miedo.
No me atraigas con tu sonrisa seductora y tus pequeñas manos anhelantes, no es que no lo quiera, no es que no te quiera, es sólo que te tengo miedo.
Me mareo con tu fragancia…, ¡qué digo mareo! , me hipnotizan los fluídos de tu cuerpo tan hermoso… no llores, querida, no resisto,… no te enojes,… ¡ soltame!, ¡soltame!, ¡basta, por favor, no llores!, siempre lo supe,… yo no sirvo para esto…de ahora en adelante…
— ¡Que mamá te cambie los pañales!…
Alberto Ernesto Feldman