El día en el que va a morir, un pájaro se posa en la única ventana del solitario faro donde ha pasado más de media vida afanándose en ganarle terreno a la oscuridad.
Hace más de treinta años que estos dos amigos no se ven.
Un nido improvisado en una caja de zapatos, pescado fresco y todo el amor del farero transformaron al polluelo huérfano en un hermoso albatros que llegado el momento no pudo resistirse a las voluptuosas nubes y se despidió del viejo.
El viejo sonríe, y con apenas un aliento dice:
_Me alegro mucho de volver a verte, amigo. Dime, ¿por qué regresas después de tanto tiempo?_
_Vuelvo a casa para que no mueras solo, viejo amigo_ contesta con la mirada el imponente pájaro.
Me ha hecho llorar.