El señor se acercó al niño con un deje de orgullo en el regalo de cumpleaños que le tendió.
– Dime, pequeño. – Se inclinó para quedar a los ojos del niño.- ¿Que te regaló tu otro tío preferido?
– Oh! – Exclamó con excitación.- Me ha regalado muchas vidas, todas con grandiosas aventuras en cada una.
– ¿Pero cómo es eso posible? ¿Como las vidas de un gato?
Las mejillas del pequeño se pusieron rojas con gracia. Guió a su amigo hasta su pequeña habitación. Era imposible no mirar todas esas vidas y aventuras juntas, que parecían juguetear entre ellas.
Del señor salió un susurro:
– Libros
¡Bravo! ¡Qué gran verdad! ¡Libros!