Extracto de la entrevista concedida por nuestro invitado a la revista “Pinceles”:
RESPUESTA: -Sí, mi mujer se había levantado débil y cansada aquella mañana, con la cabeza embotada, como si durante la noche el sueño, en lugar de repararla, la hubiese agotado mucho más. Los párpados amanecieron abultados y las mejillas sumamente enrojecidas por la fiebre. Un baño templado podría, tal vez, rebajarla en algunos grados -o décimas al menos-, porque el diagnóstico era inequívoco: también le habían salido unos puntitos rojos, menudos pero numerosos y rítmicamente regulares, que confirmaron que sufría… un brote de varicela. En adultos. Tardarían mucho más en eliminarse por completo las costras y marquitas de su cuerpo, y su mohín contrariado me condujo a tratar de consolarla simpáticamente. Sustituí su gesto de disgusto por grandes pestañas y sonrisa rojísima. Mantuve, claro está, las ampollas encarnadas. Así nació este cuadro.
– ¡Sorprendente su fuente de inspiración, señor Lichtenstein!
Varicela (María Encarna Pérez Abellán)
