Una mirada cuya zozobra alcanza al horizonte. Una lágrima que se desliza sobre una mejilla y furtivamente cae sobre un viejo tajinaste. Eterno dolor de un pueblo cuya luz se extingue, como se extingue la luz de Magec cuando esconde su rostro tras las grandes aguas. Ya Enac extiende su manto sobre todo lo que existe. Lejos, en lo más alto de la montaña, junto al sendero oculto, jamás hollado por las botas del invasor, un pequeño tajinaste ofrece al cielo el incipiente asombro de su renovada existencia. Una lágrima fecunda un nuevo amanecer. Esperanza viva de un pueblo cuya luz no habrá de extinguirse jamás.
Una lágrima (Carlos Odeh Alonso)
