Aquella intención de seguir siendo sólo amigos, era como un intenso perfume que llevaba impregnado en cada poro de su cuerpo desde que le alcanzaba la memoria. Aquella barrera protectora de lo ajeno, que amenazaba con copar su agenda de cafés y problemas de terceros, casi le había condenado a marchitarse antes de florecer. Llenaba su cuaderno con anhelos de ser protagonista de aventuras posmodernas y amores desatados, pero el tiempo y la experiencia le relegaron a ser un mero espectador. Todo aquello le pasó por la cabeza durante aquel eterno abrazo. – Felicidades por tu compromiso – fueron las palabras con las que expresó su último adiós.
El último adiós (Fernando Díez)
