Cada paso se me hace más pesado, cada bocanada de aire más espesa. Subo los tres peldaños que me separan de mi destino. Me tumban en la camilla y me atan unas correas con brusquedad.Siento mi mente recorriendo cada momento feliz de mi vida, pero la realidad que hay ante mis ojos me impide saborearlos.Miro el teléfono de soslayo. Ningún sonido sale de él, nadie va a llamar, y lo sé, lo entiendo. Me condenaron a muerte por crimen de violencia de género. Me declaré culpable de asesinar a mi mujer a sangre fría.—Jose Manuel Peralta Nuñes —dice el funcionario encargado de las ejecuciones—, está usted aquí para cumplir la pena de muerte impuesta por el Juez Mariano Ferrero. ¿Sus últimas palabras?—Lo siento mucho, cariño— es lo único que acierto a decir temblando.Y es verdad que lo siento. Siento haber tenido que declararme culpable por no haber sabido ver la enfermedad mental de mi hijo. Cuando lo vi sobre ella con el cuchillo, supe que ella así lo querría. Me tengo que ir yo, no él.
Últimas palabras (Valentin Bayon)
