Bajo a la calle, estoy sudando. Motivado empiezo una carrera a ninguna parte, hacia todos los caminos. Nervioso sin motivo aparente, las arterias observan cada latido, cada zancada. Corro, me alejo de mi nido. Corro, las piernas se confunden con el viento. Corro con la cara desfigurada. Corro con la mente en blanco y negro.
Me falta oxígeno. No tengo miedo. Nadie me persigue, corro. Mi cuerpo dice basta.
Me duele todo, me tiemblan los huesos, no tengo frío. Empiezo a resarcirme, aunque todavía tiemblo. Aprieto las pestañas a modo de ducha fría. Es inútil. Consigo levantarme, pero estoy cansado. ¿Cuántas horas llevo corriendo?
Miro a mí alrededor. Millones de agujeros en el suelo perfectamente distribuidos en grupos de tres ocupan todo mi campo de visión. Silenciosamente camino hacia los agujeros más cercanos, puedo escuchar dos respiraciones perfectamente encajadas.
El miedo llega. Camino rápido y me lanzo a uno de los agujeros. Está oscuro. Mi respiración se acopla a las otras dos.
Tríos (Rafa Francés Borrell)
