Un escolta despistado, lo sabían. Todo estaba preparado. Salió del portal como cada día y se encaminó hacia el coche delante del trajeado. Le hizo apoyar la espalda contra la pared del edificio mientras comprobaba los bajos, según protocolo.
Fue demasiado rápido. Para cuando se giró, ya le habían besado, profundamente, con lengua. A primera hora la tragedia estaba en todos los medios.