En el silencio de la madrugada, oí unos pasos que se acercaban silenciosamente por el pasillo, alguien abría la puerta del dormitorio y unas manos tocaban pies por encima de las sábanas. Por un instante pensé que se trataba de mi esposa. En absoluta oscuridad, a tientas, pude comprobar que ella se encontraba tumbada a mi lado y cómo su respiración era lenta y pausada como corresponde a un profundo sueño. El terror me heló la sangre, cuando las manos comenzaron a ascender lentamente. Paralizado por el terror, quise controlar mi miedo simulando que dormía, con la intención de asirlas si finalmente era atacado con algún arma mortal. Las manos no se detuvieron y habían llegado a mi cintura. La oscuridad era absoluta y mis ojos entornados no me permitían comprobar qué ocurría. Las manos llegaron a mi pecho, subieron hasta mi garganta, llegaron a mi rostro, palparon mi cara y se detuvieron…
-¡Papá caca! -dijo la voz.
Es verdad hijo. Es verdad… Pensé. Papá… ¡¡Caca!!
Terror en la noche (José Luis Chaparro González)
