Dijeron que persiguiese lo que deseo. Dijeron que nada ni nadie me debía detener. Dijeron que, al final, era mejor pedir perdón que pedir permiso, arrepentirse de no hacer que de haber hecho. Que sólo se vive una vez.
Lo dijeron los que me querían y los que no. Lo dijeron expertos del coaching, estrellas del fútbol y todo aquél que ha triunfado en la vida. Lo dijeron los montajes de internet, con frases contundentes, irrebatibles, con imágenes poderosas, motivadoras. Ve a por lo que deseas, me dijeron.
Y llegado el momento me lancé. Tracé un plan y lo ejecuté. Centrado, convencido. Obsesionado. Me burlé de los obstáculos y los problemas que surgieron. Me ignoré cuando, agotado, me quise convencer de que era mejor parar.
Luché por conseguir lo que anhelaba. ¿Y qué si ahora pago las consecuencias? ¿No he sido coherente, valiente? ¿No he perseguido mi objetivo, no he vivido según mi pasión? Jugué y perdí. Simplemente fue eso.
… aunque lo cierto es que aquellos niños no tenían la culpa.
Tergiversos (Daniel Refolio Palma)
