El aparente defecto de mi memoria fue mostrándose como algo real. Yo no tenía alopecia ni barriga todavía, pero todos ellos sí. Caminaba por la pequeña ciudad en la que crecí y a la que no había retornado en veinte años, y al cruzarme con esas caras conocidas, ahora tan arrugadas y canosas, me estremecí al comprobar que ninguno de ellos me reconocía. Mis compañeros de colegio, mis amistades del instituto e incluso algún flirteo de la universidad, dejaron mis saludos sin responder, mi mano levantada en vano y mi semblante petrificado por el miedo perplejo de constatar que todos eran veinte años más viejos que yo.
Tempus Fugit (Esperanza Manzanera)

Pingback: CONCURSO DE MICRORRELATOS HABLANDO CON LETRAS