Uno ha de tener cuidado cuando se pone bravo, cuando despega y sus hijas se estrellan contra las rocas y comienzan de nuevo la lucha, pese a haber fracasado en el impacto. Cuando la espuma se hace cicatriz, y la sal se transforma en marca de guerra. Cuando uno subía a la barca y trataba de dominarlo, en vano; pues el mar nunca se domina. El mar se entiende, el mar se aprende, del mar uno aprende a hacerse aliado, pero nunca lo vuelve sumiso. Aun siendo suave agua es de los enemigos más temidos, que una vez uno con él forma la amistad puede pedirle clemencia cuando la tormenta acecha y cuando el timón no da más a basto. Buscaba el hombre en su barco un consuelo, notando encharcarse sus pulmones, y sabía que si caía probablemente ya no vería más la luz del sol. A sus pies la pesca del día, esparcida sobre la cubierta, volviendo a su cuna, quienes tenían la suerte de seguir con vida, obligando a su cuerpo mediante pequeños saltos, entre ellos el susurro “Marineros, abandonen el barco.”
Temerario (Alba Prieto Palao)
