El viejo se hamacaba con suavidad en su mecedora, el viento de repente recogió las hojas doradas y se las llevó sin permiso. Él se quedó mirando al insolente, frunció el ceño y se levantó con dificultad…Tomó su bastón decidido y caminó hasta la vereda…allí golpeó con energía inusual las ramas y una lluvia de ocres lo cubrió por un instante. Volvió a su sillón y siguió mirando, regocijado, la pelea entre las hojas y el viento.
Cada tanto, una risa se escapa de su boca sin dientes.
Soledad Otoñal (Mónica Druetta)
