– No tengo tiempo.
– Tienes miles de días por delante, piensa en todo lo que podrías hacer.
– Se me ocurre una cosa: suicidarme.
– ¿Cómo dices?
– Ya lo has oído.
– Pero entonces no podrías disfrutar de todos esos días.
– Es que no hay tiempo.
– Sí que lo hay. ¿Me estás escuchando?
– Eres tú el que no escuchas: se ha parado.
Miró a su alrededor, aguzando los oídos todo lo que pudo. No escuchó ni el más mínimo sonido: todos los relojes permanecieron estáticos.
– ¿Ves? No tengo tiempo. Déjame en paz.
El demonio se retorció ante la revelación de su sentencia y sonaron campanas. Cayó al suelo entre espasmos mientras gritaba en arameo. Su cuerpo inerte de langosta permaneció unos segundos en el pavimento y finalmente se diluyó.
Y apareces, abres la puerta.
– ¿Está todo bien? Creí haber oído gritos.
Sonrío.
– Has vuelto.
– Estaba preocupada, tonto.
– No, no es verdad. Siempre vuelves.
Se dibuja mi senda en tu gesto gracioso, natural de un sueño.
– ¿Vamos?
– Sí, vamos.
Resurrección (Ángel Roldán Buñuel)

El autor es capaz de representar el mito de la creación y la destrucción, toda una cosmogonía en una instantánea que reaparece en la vida de cada ser humano. Para releerlo cada día.