Paseaba por la ciudad cuando un impulso me hizo entrar en una tienda de antigüedades. Tras el mostrador asomó la cabeza un anciano, que deduje sería el propietario. Me acerqué y le pedí echar un vistazo. Asintió y volvió a esconderse. Comencé a dar vueltas por el local hasta que un mareo repentino me inclinó a buscar asiento. Encontré un pupitre de madera de haya de los años 50, según rezaba el cartel. Estaba a la venta por 300 euros. Aturdido, me introduje en él y una sensación de vuelta a la niñez recorrió mi cuerpo. Me encontraba a gusto, instalado en aquella nostálgica obra de carpintería. Tan bien me ‘sentaba’ que me quedé traspuesto.
Una mano en el hombro me desveló. Pegué un brinco con los ojos abiertos como platos. El viejo se me quedó fijo mirando. ¿Lo quiere comprar?, me instó en tono autoritario. Reculé un par de pasos, titubeando la respuesta. «Déjeme pensarlo», dije con un hilo de voz mientras el hombre colocaba el cartel de cerrado y echaba el pestillo. Me entró miedo.
El pupitre de madera (Miguel Ángel Moreno)
