Con los ojos abiertos y el alma desbordando luz; con el estómago lleno de grillos y la cabeza repleta de mirlos, comprendió el terrible fin de aquel bello principio. La magia de aquel rincón no estaba en lo que con los ojos abiertos se podía ver, sino en lo que con los ojos cerrados el alma podía intuir y el corazón entretejer.
No hay mejor historia que la que se trama con la luz de la imaginación, a la sombra de un cariño y al calor de una ilusión.
El hijo del maestro lo tuvo claro. Solo había que cerrar los ojos, pulsar la piedra labrada con el dedo índice, dejarse acariciar por aquel haz de luz, sentir su calidez y dejar volar a los mirlos para concluir que el principio del fin no es el bello fin del terrible principio.
Y es que, por cualquier rendija se filtran principios luminosos que anuncian finales con alma.
Resuenan aún los ecos de la guitarra del hijo del maestro. Y mi alma, en su principio y su fin, se deja acariciar por el trino del mirlo aquel.
Principio y fin (Marta Marco Alario)

Precioso relato.
Un placer haber descubierto a este nuevo talento de la literatura.
¡No dejes de soñar Marta Marco Alario!
Muchas gracias.