Luis tiene crisis de ansiedad desde ese día. Los asaltantes del banco iban a por todas. Lo decían sus ojos. Los empleados siguieron el protocolo y obedecieron, pero había poco dinero y los canallas decidieron acariciarle la cara a Luis para ver si sacaban más. En la refriega, uno perdió la capucha y su anonimato. Tardaron horas en arrestarlos. Le mostraron sus fotos: perdedores ignorantes, chusma sin futuro. ¿Que tienen problemas?; pues como todos. Esto es así. Hay que trabajar, esforzarse y cuidar un poco de los demás, porque se está yendo todo al carajo. En eso piensa mientras la mujer le observa preocupada.
— ¿Está usted bien? —pregunta ella.
—Sí, Isidora. No es nada.
—Le veo desmejorado, don Luis. Desde el atraco y eso.
—Estoy mejor.
—Eso espero. Dígale a su mujer que le cuide.
—Claro, tranquila. Ve firmando, está listo.
—Suena bien. Lo de precedentes.
—Preferentes, Isidora; participaciones preferentes —dice Luis, ofreciéndole el bolígrafo.
E Isidora sonríe a don Luis. Y firma.
Precedentes (Javier de Pedro Peinado)
