El muchacho no había llegado al mundo de la manera tradicional, su nacimiento no incluyó parteras, ni gritos y mucho menos sangre a borbotones. Por lo contrario, se había precipitado a la Tierra cayendo del cielo con una estrella en el ombligo, al parecer esa fue la razón de sus enamoramientos imprevistos; el fuego del espacio le quemaba desde las raíces del vientre y le crecía hasta la última arteria del corazón.
Pero si el fuego no se controla arde tanto que provoca mares de llantos que lo apagan todo; hasta la vida. Así volvió a casa.
Piscis (Daniel)
