Todo cuando necesita un perturbado mental es una víctima. El motivo de la perturbación pierde importancia cuando sentimos el dolor de la víctima. Es una cuestión de enfoque, es fácil manipular la recepción. El motivo hace víctima al verdugo.
Entonces, nuestra protagonista no estaba centrada en la pulsión que le llevaba a hacer daño, sino en su víctima. La víctima se retorcía y gemía. Estaba desorientada. Se pronto sintió algo punzante en el pecho. Consiguió enfocar al rostro de nuestra protagonista. Comenzó a comprender.
La víctima sintió un cuchillo de verdura hundiéndose en su carne. El contraste de la rigidez metálica excitaba sus tejidos blandos. Penetraba directo al corazón. La víctima estaba cada vez más y más excitada. Respiraba agitadamente. Era adrenalina provocada por la certeza de que moriría. Todo se lubricaba en sangre.
Nuestra protagonista retorció el cuchillo.
-Ahora ya sabes qué se siente cuando entran en tu cuerpo sin tu permiso y abren tu carne.