Burgos, 1945.
No pretendo ser maleducado pero no dispongo de mucho tiempo. Me solían llamar Joaquín Pérez y, en tiempos, solía ser funcionario de prisiones en la penitenciaría de Burgos.
Hasta ahora, nunca me había fijado en la cantidad de presos ejecutados, en el caudal incesante de sangre derramada. Quizás, dependa del lado del corredor en el que estés.
Bueno, si me disculpan, he de proseguir con mi camino, parece ser mi turno. Mi viejo amigo, el verdugo, me reclama.
Perspectivas (Sergio Badules Rodríguez)
