Un bar en la esquina, un cigarro, un sombrero y el gabán. Pronto un secundario me dará un golpe en la cabeza que me sumirá en la negrura y que será una segunda advertencia para navegantes. Harto de vivir al límite, mandaré a la mierda la reunión de Alcohólicos Anónimos y pediré una botella de güisqui a mi colega, el barman. Maldiciéndome por escoger casos escabrosos en los que siempre me involucro sentimentalmente, me acostaré con una mujer solitaria y con cicatrices en el inmundo hotel donde me hospedo. Al final el pibón que se ha enamorado de mí, en realidad más mala que un demonio, me arreará un sopapo y después me besará, víctima de la indecisión entre el amor y la ambición. El jefe de la banda nos sorprenderá y dibujará una estúpida e irónica sonrisa mientras empuña una pistola. Ella morirá al interponerse entre los dos, en un acto de redención sublime que me dejará a la deriva hasta el próximo caso que comenzará, cómo no, con la llamada de una voz sensual de mujer.
Personaje de relato negro en crisis (Ziortza Moya Milo)
