Conseguí atravesar aquella piel con más dificultad de la prevista, las capas superficiales eran densas y resistentes y me llevaron hacia otras más permeables y porosas, como gelatinosas, pero aquél no era mi lugar. Advertí la existencia de unos tubos alargados que transportaban un líquido entre borgoña y bermellón y me abrí paso hacia ellos, pero pensé que aquél no era mi lugar. Una corriente imparable y continua me arrastró a una cavidad abombada donde el líquido entraba y salía con una enorme fuerza y cuando pensé que lo había encontrado, una duda me inquietó: ¿era aquél mi lugar? Me dejé llevar de nuevo por una corriente ascendente hasta verme sorprendido por una especie de malla gris, envuelta por una sustancia esponjosa que emitía breves pero intensos destellos de luz, como pequeños soles explotando: mi duda, entonces, fue aún mayor.
Perdido (Fernando Manuel Manzano García)
