Me estoy mirando en el espejo, mientras me afeito. Todavía está oscuro, casi de noche. De repente el párpado izquierdo empieza a hablar. Se me cae la Gillette al lavabo y el pantalón del pijama se me resbala al suelo. El párpado repite: ¡Se acabó! Estoy harto que la Gillette, solo sea para la barba. ¿Es que yo no estoy en la cara? ¡Quiero una Gillette!
En un instante, el otro párpado se pone a cantar: Si mi hermano quiere una Gillette y a mí, no me la das, me caigo y por este ojo va a ver tu madre.
Zas, los pantalones al suelo otra vez. Tengo la maquinilla en la mano y les grito: Vale, de acuerdo.
Con mucho cuidado empiezo a trabajar con mi cuchilla y poco a poco los voy afeitando. Casi no me queda ni una pestaña. Justo en ese momento, mi mujer, extrañada por los gritos, abre despacito la puerta del baño y me mira de arriba abajo. Estoy sangrando por los ojos y con los pantalones del pijama en el suelo. Cierra la puerta de golpe y oigo como sale corriendo. Todavía no ha vuelto.
Párpado parlanchín (Jose Macià Virgili)
