Bella, hermosa, gloriosa, inigualable, salvaje, controvertida, llena de contrastes, definitivamente inspiradora, sí, lo confieso es mi musa. La veo, la siento, la recorro, me emociono hasta las lágrimas «nadie sabe lo que tiene» reza el refrán pero yo sí lo sé. Es mía, me pertenece, aquí nací y no sé si aquí moriré. Mi Ciudad de México, brutal como siempre, romántica en ocasiones (suspiro y siento un nudo en la garganta) y me dirijo a ella: «Preciosa, no me he ido, aquí vive parte de mi espíritu, aquí parte de mi corazón. Te amo, pienso en ti y cierta estoy de que siempre regresaré. No te dejo ni te dejaré». Y así empieza mi visita, repleta de amigos, familia, acumulando experiencias, remembranzas de lo pasado, algunas buenas otras mejores. La conciencia y añoranza de los que ya no están, el gusto y el placer de los que aquí seguimos. Iniciamos la danza, nos colmamos de abrazos, volvemos a reír y volvemos a llorar, siempre con la esperanza de nunca terminar. Sí en mi delirante Ciudad.
Soy oriunda (Sylvia Díaz Loya)
