Aquella calle desprendía olor a jazmín. Ricardo inspiró con fuerza. Aquel fragante olor le transportaba hasta otro tiempo. Le devolvía a su infancia en Alicante. Era el olor de su difunta abuela. El muchacho cerró los ojos y se dejó llevar por los recuerdos.
Estaba en un jardín rodeado de jazmines. Su abuela le estaba llamando para merendar. El niño corrió hacia la cocina siguiendo el apetitoso olor del chocolate caliente que humeaba en el fogón e impregnaba toda la casa. Chocolate y jazmín -pensó- Esos son los olores que marcaron mi niñez. Ya me había olvidado de ellos.
Ahora, su vida estaba embebida de otros olores mucho menos agradables. Su piso olía a hamburguesas del McDonalds, a fritos y a comida precocinada. Al salir, las calles despedían un intenso olor a orines y aguas pútridas procedentes de las cloacas. En aquel instante, descubrió que eso no era una verdadera vida.
Olor a jazmín (Fabiola Sofía Masegosa Gayo)
