No sé si fue el destino o la casualidad lo que hizo que nos encontrásemos en una tienda de esoterismo. Ella quería comprar complementos para un ritual y yo buscaba amuletos para el vudú. Nos enamoramos y en pocos días ya vivíamos juntos. Nos hicimos adictos a la magia negra y nos desenvolvíamos muy bien en las ceremonias satánicas.
Pero llegó un día en que apenas nos veíamos. A veces nos encontrábamos en algún lugar de la casa y hacíamos el amor sin apenas tocarnos.
Con el tiempo noté que la piel de ella iba enrojeciendo día a día y chamuscaba el tapizado cuando se sentaba en sofá. Si la miraba a contraluz, distinguía unas diminutas llamas azules que brotaban del pelo que dejaban una estela de un humo blanco.
Un día la casa comenzó a oler a ceniza y encontré su cuerpo completamente calcinado. Preparé una pequeña ceremonia. Cerré puertas y ventanas, y mientras de las paredes brotaban las llamas, yo me abrazaba a ella por primera vez.
No sé si fue el destino (Jesus Miguel Valls)
