La naranja gotea el cítrico putrefacto de su piel, como veneno que su cuerpo expulsa, que la hiere desde dentro y resquebraja la corteza. El árbol está enfermo, contagia a sus frutos, proceso propio de la naturaleza, fiel encuentro del comienzo con el fin de un ciclo que se alarga en trascendencia.
El fruto no se completa, se reseca en flor, madura entre pestes y plagas; Busca su instinto, huele la primavera por encima de su hedor. Es la sal de las mariposas que condimentan con su brillo, es el brillo aceitoso del sol que demuestra un nuevo caldo de cultivo. Está sana su semilla, enfermo su caparazón.
La luz que todo lo cura, el poder de la ascensión, impulsan el instinto a nuevos horizontes, buscando sanar su dolor.
Naranjas (Ayelén)
