Se veía a sí mismo como una suerte de joven envejecido por el que los años habían pasado deprisa y sin remedio. En sus ojos se reflejaba todo el odio que había acumulado durante su corta vida. Una vida dedicada a mirarse en el espejo, aumentando su ego día a día, hasta que llegó alguien que le dijo que no era especial, que solo era un triste humano más que esperaba triunfar a través de su apariencia física y que su interior estaba totalmente podrido y desperdiciado. No quiso volver a mirarse tras aquellas palabras, lo único que le quedaba era quitarse la mísera vida.
Ahora su reflejo mostraba un rostro azulado por la falta de oxígeno en su cerebro. La cuerda que lo sujetaba por el cuello aún se movía. En el espejo ya no había nada que ver, solo un cuerpo sin alma que colgaba de una soga.
Miradas (Monika Feren)
