El hombre, como cada mañana, aguarda en la estación del metro. Cuando llegan los vagones con su característico estruendo metálico, desde el otro lado del cristal le llega una rasgada mirada azul, llena de bondad, de ternura y de dulzura. La infantil cara redonda le sonríe con inocencia y franqueza.
Plantado en el andén es incapaz de moverse, y sin poder evitarlo, comprueba como el convoy arranca y, hundiéndose en la oscuridad, se pierde veloz por una curva del túnel.
Mirada azul (José Cuenca Gómez )
