El último fin de semana que estuve con papá cazamos siete y las metimos en un tarro de cristal con la tapa llena de agujeros. Aún sigue el tarro boca abajo sobre su estómago y revolotean dos, pero con ella no ha funcionado. Tendré que telefonear a papá para decirle que la he liado un poco, que me he hecho pis en los pantalones y que no sé cómo limpiármelos, ni cómo limpiarlo todo. Le diré que es casi seguro que mamá ya no vuelva a sentirlas ahí por él, pero que no se preocupe, que cazaremos más, buscaremos juntos a otra señora que le guste mucho y probaré a metérselas a ella también, por si al final funciona, se queda para siempre con él y así deja de estar triste. Y que venga a buscarme pronto, le diré. Que mamá estaba dormida cuando lo hice. Que apenas le dolió. Que sólo me dijo «pero, ¿qué has hecho, mi niño?» y después cerró los ojos poco a poco. Que han salido ya dos soles y sigue sin despertarse. Y que me he comido todas las galletas de la despensa, pero que tengo más hambre.
Mariposas (*L*)
