Madre, ¿qué te ocurre?, ¿qué tienes? Pareces perdida. Sospecho que te sientes abandonada, que estás soportando una angustia similar a la de un niño extraviado entre la multitud. El miedo a la soledad, a la vejez, al infortunio, te confunde y te transforma. Tú ya no eres tú y todos te parecemos enemigos.
Mamá, ¿dónde estás? No eres tú la que me hiere con sus dobles palabras, no puedes ser tú. Gritas, insultas y ofendes a diestro y siniestro. Tu instinto de supervivencia se impone y te defiendes de supuestos agravios. Irreconocible y feroz muestras tu lado más primitivo a todo aquel que osa contradecirte o cuestionar tus actos. Quieres imponer tu criterio, un criterio oscilante entre el sí y el no que me descoloca. No sabes lo que quieres o lo que quieres no es lo que crees que debes. ¡Qué sé yo! intento comprenderte pero me pierdo entre tus dudas y las mías. Quisiera ayudarte.
¿Me escuchas mami? Por favor, mírame y sonríe. Yo te ayudo y tú me ayudas ¿vale mami?