Ya estaba decidido, María iría al convento aun en contra de su voluntad. Ya sin fuerzas de tanto llorar, se había quedado dormida. Bien entrada la noche, sintió sobre sus hombros las manos de su amor prohibido. -¿eres tú?- susurró temblorosa –Sí- dijo una voz viril y potente. -ven, es nuestra oportunidad- afirmó el sigiloso caballero, quizás de veinte años, alto, piel cobriza, espaldas anchas.
Ella, de piel suave, cabellos largos, ojos color esmeralda, pechos casi infantiles pero firmes, caderas redondas, formaba junto a él una oda a la belleza, enmarcada con trazos de noche y luz tenue de las velas.
Sus dedos se abrieron paso raudo entre los vapores virginales de María, que pedía ser amada, sin más, sus cuerpos quedaron vestidos de absoluta desnudez, dando rienda suelta a los instintos más ocultos.
La firmeza del miembro viril entró galopando en su delicada virtud, diluyendo su inocencia en ríos color carmesí, amándose, sintiéndose y olvidándose, por primera y única vez.
Los vapores de María (Néstor Alejandro Hernández Mijares)

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interesante
excelente propuesta que nos permite conocer los trabajos literarios de quienes conservan ese arte, y de igual forma permite a quienes estamos inmerso en tan hermoso mundo ,poder expresar nuestras ideas,visión y sentimiento de una forma de ver el mundo exterior e interior de las cosas.
muy buen escrito! Saludos