A mi abuela le encantaba jugar con muñecas. Cada noche después de cenar, tomaba sus muletas, y con una discreta sonrisa y ojos picarones, se iba de prisa a su habitación. Eran tres muñecas y dos muñecos, los que mantenía siempre bien vestidos, limpios y ocultos durante el día debajo de su almohada. Sus nombres, que pronunciaba casi siempre en voz baja, eran los mismos de sus cinco hijos. Mi abuela vivía hace 7 años en un asilo de ancianos, y ahí falleció. Sus hijos, inconsolables, no la sepultaron con sus cinco muñecos.
Los muñecos (Bladimir Alexis Espinoza Reyes)
