En una calle de la ciudad plantaron al pino. Su hogar estaba muy lejos, en el Moncayo. Desde la ciudad se divisaban sus cumbres nevadas. Sin embargo, su visión no consoló al pino.
Unos gorriones, al verlo tan triste, hicieron sus nidos en sus ramas para así hacerle compañía. Se habían criado en la ciudad y no conocían la montaña, de la que el pino hablaba con tanto entusiasmo, y se extasiaron escuchándolo. El pino les habló también de la música que la brisa producía al pasar entre las hojas de los árboles, de las flores silvestres, de las puestas de sol y de los gorjeos de las distintas aves.
Pero a pesar de contar con la amistad de los gorriones, el pino, día a día, se fue deteriorando hasta que un día se secó por completo.
Unos hombres lo cortaron y se lo llevaron en un camión.
Ese mismo día, los gorriones se marcharon de la ciudad para siempre, volando en dirección a las cumbres nevadas del Moncayo.
Lejos del hogar (Lucía Alcázar Lara)
