-No tengas miedo, vengo a matarte.
-Ah ¿y cómo lo harás?
-Será rápido e indoloro.
-De acuerdo.
-Baja la cabeza.
-¿Así?
-Perfecto.
-¿De verdad puedo fiarme?
-De verdad. Hay un punto en el cuello que al presionarlo causa la muerte de forma instantánea. Estoy entrenado para provocar la muerte al instante y sin dolor. Baja la cabeza.
-Está bien.
-Si te permite relajarte puedes contarme algo mientras tomo posición, no sé, una última confesión.
-Bueno… me llamo…
-No, eso no, no puedo saber tu nombre, el nombre lo complica.
-De acuerdo… El otro día…
-Vamos a ello.
-Ah!
-¿Qué pasa?
-Tus manos están frías.
-Espera. Fiuuuuu fiuuuu. ¿Mejor?
-Si.
-Allá vamos.
-El otro día…
Las manos frías (Francisco López Serrano)
