No dramatices, almirante. Tu navío se hunde, sí, eso es un hecho innegable. El vaivén del agua te acaricia los tobillos y las olas quieren anidar en tu vientre en vez de romper en la orilla. No te culpo por llorar, por persignarte, por querer seguir viviendo. Pero, aún así, no seas melancólico ni hagas de esto una odisea, pues la mar siempre fue tu destino.
Gaviero, ¿a qué esperas? ¡Sumérgete antes de que te sumerjan! Ya no vas a subir jamás a la gavia, a mirar cómo las gaviotas danzan. Por tanto, ¿qué te ocurre? ¿Vas a permitir, acaso, que ese amigo de aventura que fue el océano te golpee las rodillas y te haga temblar frente a él? ¡Ni soñarlo! ¡Tú eres un gaviero digno! Así pues, amante del mar, lobo marino, dejarás este mundo como siempre quisiste: tranquilo, alejado de toda pena, y rodeado de la esencia divina que para ti fue siempre el agua.
Lamento de gaviero (Pepe Llopis Manchón)
