Mi lado de la cama, en concreto el izquierdo, no se lo cedo ni a mis mejores sueños. Me lo robaron una vez y no vuelvo a perderlo. Nunca. Solo para quienes los sueños han pasado a ser nuestra vida más lúcida podemos entenderlo.
Él comenzó durmiendo junto a mí. Esas noches pude verlo en mis sueños. Sé que él también me vio y vivió lo mismo que yo, porque comenzó una lucha incansable entre sábanas y besos para quedarnos los dos en mi lado. Cada noche más apretados.
Hasta que logró tirarme de la cama. Fue igual que caer por un abismo. Pasaba las noches mirando a ese ladrón en la oscuridad, mientras se revolvía sonriente entre sábanas y vidas. La mía. Podía sentir como era feliz en esos mundos oníricos. Los míos.
Él en cambio dejó de mirarme por las mañanas. Temía que viera en sus ojos lo que me quitaba por las noches. Y supe que no pensaba devolvérmelo nunca.
Recuperé mi lado izquierdo de la cama. No importa cómo. Ahora vivo casi todo el día en él. Y por supuesto todas las noches.
El lado de la cama (Mónica Gutiérrez Sancho)
