La noche avanza, tímida y cabizbaja. Parece andar sigilosa y cuidadosamente entre pequeñas nubes de algodón.
Desde lejos parece simpática. Sin embargo, cuando se acerca y se muestra, los que no la entienden huyen de ella y se cobijan bajo sus sábanas sin decirle ni una palabra, temerosos de lo desconocido, temerosos de la oscuridad que la arropa.
La noche se pone triste, nadie quiere saber de ella: de los secretos que guarda, del silencio que la acompaña, de la oscuridad de la ciudad que la invita sino a quedarse horas en el bar a pasearse un rato sobre la arena del día.
Dice que le tiene envidia a su contrario y que en sus noches sólo hay borrachos, tristes poetas y viejos amantes.