Estaba claro que el autobús que trazaba a trompicones la Línea 7 era el más controvertido de toda la flota, pues recorría las 16 paradas de su sinuoso trayecto en continua marcha atrás, provocando a diario una auténtica pesadilla urbana. Nadie parecía entender porque el Ayuntamiento de Artajona no lo retiraba de la circulación: “No hay dinero para arreglarlo”, se atrincheraba el concejal de transporte resistiendo con numantina postura el continuo asedio de la ciudadanía.
Pero lo más curioso de la polémica y dadaísta Línea 7 fue su impacto sociolingüístico. Los usuarios que se veían obligados a tener que hacer ese recorrido comenzaron a hablar al revés, afectados por el antinatural retro-avance del autobús.
En poco más de seis meses toda Artajona hablaba un idioma propio, el artajonano (“onanojatra” para los autóctonos), y al año, una comisión de geógrafos aceptó el cambio de topónimo, tal y como puede leerse a día de hoy en el cartel de entrada al municipio: “SODINEVNEIB A ANOJATRA”.
La línea 7 (David González Fernández)
