En erótica postura diseñó la joya el orfebre. Rosa el sexo y ojos como el mar, zozobra de placer cuando la mira. Brillan sus ojos y una idea asoma: “Yo podría hacerla más grande, y sería una diosa…, ju ju ju. Níobe era de piedra, pero mi diosa será de oro y cristal, ju ju ju”. Lióse en mil diseños infructuosos y descuidó su trabajo, llegando días aciagos. Tomó una decisión: “Me inspiraré en la mujer más bella, y la hallaré en las islas de Avalon, o no me llamo Jorge Septiem». Brea consiguió en gran cantidad. Contó su decisión a su amiga Mercè, que le aconsejó: “Jo de tu no ho faria, però jo no sóc tu”. Breve fue la despedida, y Jorge embarcó hacia tierras lejanas; pero perdió el rumbo y quedó a la deriva en el mar. Y aunque prometió volver, fue algo que no vi. Embreando las maromas del barco continuó, consumido por su obsesión. Y algunos cuentan que hace años se vio, por tierras de los antiguos Medici, embrear sus huesos a un esqueleto en un barco fantasmal.
La Joya (o los meses ocultos) (Nacho Blanco)
