La tormenta pilló a Chovito casi desnudo, sin tiempo ni de mirar al cielo. Una tormenta como cualquier otra, de las que se esperan durante días sin saber siquiera si llegará a descargar, hasta que se desata sin más.
Chovito ni siquiera tenía bien cerrada la puerta de la casa. Precisamente detrás de ella lo encontraron, en calzoncillos y con la cabeza rota; y con un charquito de sangre que había salido por su boca; primero como un reguero, después un charco. Por ahí debió entrar, por la misma puerta. La noche ayudó a que todo pasara, de momento, desapercibido.
Chovito era casi un niño y vivía solo en esa casa desde que de verdad era solo un niño. Mataron a sus padres; aquel crimen sí fue horrendo, sobre todo por cómo dejaron los cuerpos. El Auto del juzgado de instrucción quedó finalmente en nada. Un crimen sin resolver, en fin, ¡qué espanto!
En Elide nos gusta pensar que Chovito no se enteró mucho de todo aquello, que no vio nada.