Era un niño que tenía la costumbre de hurgar en su nariz a todas horas y sacarse las pelotillas. Primero cogía las que tenía más cerca del orificio nasal y luego continuaba excavando con el dedo para localizar las más profundas.
Un día, al excavar, no encontró nada y metió más el dedo. Al no tener señales de pelotillas, introdujo otro dedo para ayudar al primero con la exploración. Como tuvo el mismo éxito metió la mano y en breve siguió con el brazo hasta llegar al hombro. Iba a empezar con el otro cuando tocó algo. Tiró para sacarlo, pero estaba muy bien sujeto. Él sabía que algunas pelotillas eran complicadas, cogió impulso y tiró con todas sus ganas.
Tenía los músculos tensos y la cara como el fósforo de una cerilla cuando escuchó, desde el interior de su nariz, un ruido parecido al descorchar una botella de sidra asturiana. Su brazo salió disparado por el orificio nasal y tras él surgió un chorro a presión de petróleo que inundó la habitación. El niño, por fin, sonrió satisfecho.
ME HE REÍDO CON GANAS . EXCELENTE
Jajajajaja. Vaya con el niño. Eso sí, el que la sigue la consigue. Muy bueno¡
Buenísima historia, me recuerda a mi hermano pequeño XD