–VENGO A ENTREGARME –dijo Javier con serenidad–. Yo fui quien mató al actor Sergio Casablanca el pasado 17 de abril. Se acercó a pedirme un cigarrillo y pensé que me iba a atracar. Estaba muy oscuro. Me puse nervioso y le disparé. La conciencia no me deja en paz. Disculpen haber esperado durante casi un mes. Aquí estoy. Fui yo.
El inspector lo miró sorprendido. La policía necesitaba cerrar al fin un caso tan comentado en periódicos y redes sociales. Después de un juicio apresurado y poco claro –y dados los atenuantes legales– el juez sentenció a Javier Vásquez a un año de cárcel.
Aquel 17 de abril, Javier discutió con una prostituta. Cuestión de honorarios. Insultos. Un empujón. La nuca se quebró en el acto. Arrepentido y sudoroso, trasladó enseguida el cadáver a un terreno baldío de las afueras. Creyó haber sido visto por alguien. Mala cosa.
Al cabo de un mes, entró con decisión en la comisaría de su barrio. En todo caso, fue mejor un año en prisión que treinta.
La coartada (Edgar Ferreira Arévalo)
