Mientras estoy sujeto a la ventana rezo que cada descuido ha merecido la pena. Incluso el último.
No es cierto que tu vida pase delante de tus ojos justo antes. La pre-muerte es un aperitivo ligero, que deja hueco en el estómago a un postre en la otra vida.
Y yo estoy arañando el instante, saboreando esta última calada que me queda.
La primera fue en el callejón de San Pablo. Después ser igual que el resto. Tu sonrisa invitándome a no volver. Un error fatal. Huesos bajo tierra antes de tiempo. Y una decepción con mi nombre.
Sonrío. Me alegro de que la última vida te lleves tú. La mala suerte de haber nacido gato azabache y la ironía de morir por la curiosidad de mirarte a través de una ventana. Has sido mi muerte favorita. Sin duda.