El coche negro y amarillo me dejó en frente del regio edificio. Levanté la vista fijándome en una ventana iluminada, él aguardaba tras el cristal. Puntual y con mi mejor vestido pulsé el timbre de la puerta. Un par de copas antes de empezar la partida. Sostenía en mis manos una doble pareja. El subió de tal modo la apuesta que temblé. Clavó sus ojos en los míos, me sumergí en su intensa mirada para descubrir una mota de impostura. Dijo que me quería. Tenía que arriesgar o instalarme para siempre en la duda. Lo deseaba. Acepté el envite, igualé para ver sus cartas. El ganador se quedó con la carne, no con mi alma. Después de levantarme me despedí sin prisas, con una sonrisa. En esencia fue un farol, un simple trío, ni por asomo una escalera de color. Ganó esa mano, descubrí su juego y abandoné la partida. Ganarle hubiese sido perderme. Aquel día, a medianoche y en plena calle esperando un taxi, lloré.
La apuesta (Marta R.)

Es una cuento corto y contudente. Seco y elegante. El amor como metáfora de un juego peligroso y triste. Buena atmósfera, sin necesidad de la habitual avalancha de adjetivos. Existe algo tan difícil en una narración corta: el suspense. Un final muy bueno. Me recuerda a Carver. Nada de sentimentalismo, pero sí una historia de amor de la que aunque sólo conocemos el final, podemos imaginar su desarrollo y los caracteres de ambos personajes.
Me ha gustado mucho. Una narración seca y elegante, sin la habitual avalancha de adjetivos. El amor como metáfora de un juego arriesgado en el que puedes perder el alma. Buena atmósfera. Juega con el suspense, con la incertidumbre. Muy difícil contar una historia de amor desde el final. Sin saber nada de los personajes, podemos imaginar una relación tormentosa. Original desde el principio hasta el final. Una narración de una escritora que demuestra madurez.
Muchas gracias, Alberto Sierra por el comentario. has dado en el clavo Raymond Carver , es una de mis «cuentistas» preferidos.
Uno, perdón. le cambié el sexo a Carver. Perdón