Al amanecer le dio la espalda a la mujer con la que había hecho el amor esa noche. Quedó frente al espejo. El cristal no reflejaba nada. Sólo el cuarto vacío. Sin embargo, la voz de ella seguía llegando desde la cama. Supuso que el espejo tenía algún defecto. Le contestó a la mujer, hablaron de una montaña lejana. Pero él ya no volvió a mirar atrás, al lugar de donde salía la voz. Se repetía una y otra vez que el espejo tenía un defecto. Siguió hablando con ella, de espaldas, hasta que llegó la noche. En la más completa oscuridad se volvió, y otra vez tuvo el cuerpo caliente entre sus brazos.
La amante (Roger Vilar)
